RANA DARDO DORADA: El anfibio más venenoso del mundo

En una pequeña región del Noreste de Sudamérica, específicamente en un pequeño bosque en la costa Pacífica de Colombia, vive la criatura más venenosa del mundo… La  Phyllobates terribilis, mejor conocida como rana dardo venenosa dorada

Esta rana, de tan sólo 5 centímetros y 30 gramos, es capaz  de matar a 10 personas adultas, además de que por ahora no existe antídoto alguno. Es tan potente el veneno que poseen, que los indígenas Emberá lo usaron durante siglos a su favor… Colocaban un poco de este veneno en las puntas de los dardos que disparaban con sus cerbatanas y así poder matar más fácil a sus presas, las cuales caían muertas después del impacto. Cabe mencionar que de aquí proviene el nombre de DARDO.

Es la piel de esta rana la que contiene la sustancia tóxica, se trata de un alcaloide muy venenoso (batraciotoxina), el cual impide a los nervios trasmitir impulsos dejando así inactivos a los músculos y produciendo fallos cardiacos. El veneno es tan fuerte que con tan sólo 1 gr es suficiente para matar de 10 a 20 hombres o a 2 elefantes.

Su color es uniforme metálico, principalmente de color amarillo dorado, sin embargo la apariencia de esta criatura varía dependiendo de la zona en la que habite, pueden ser: amarillas, naranjas o verde pálido; además que les sirve para protegerse de posibles depredadores, esta táctica es conocida como coloración aposemática. Su dieta incluye: moscas, grillos, hormigas, termitas y escarabajos.

Aunque los científicos desconocen de donde proviene su toxicidad, existe la hipótesis de que su veneno está directamente ligado con su alimentación ya que se ha demostrado que las ranas que crecen en cautiverio, no lo producen. Para manipular las ranas, es necesario el uso de guantes ya que aún muertas siguen siendo extremadamente tóxicas.

A pesar de que el número de ejemplares es alto, la deforestación y el impacto del hombre sobre su ambiente, han hecho que esta especie esté dentro de la lista internacional de animales en peligro de extinción.

Samantha Aguilar