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miércoles, 8 de mayo de 2013

EL (D)OLOR DE LA SANGRE



EL (D)OLOR DE LA SANGRE





Pensé que las sirenas eran un símbolo muy molesto de peligro, y aun lo pensaba mientras intentaba ponerme los guantes blancos dentro de una ambulancia que corría a toda velocidad entre las calles de la Ciudad.

Lo primero que tienes que hacer es querer ser paramédico, lo segundo es buscar una institución, la Cruz Roja es una opción que sólo te pide hacer un examen y pagar una “cómoda” mensualidad, si sobrevives al año de preparación podrás entonces ser voluntario.

“9, 9, hay un 1 en Baja California número 65 esquina con Tonalá, Roma, delegación Cuahutémoc” eran las 10:28 am cuando el radio comunicador emitía el mensaje. Mi primer servicio y en martes. Me senté y me abroché el cinturón viejo y gastado alrededor de mi cintura. La sangre me hervía, no sabía si la ambulancia se movía o era mi cabeza quedándose sin oxígeno.

La Cruz Roja comenzó con un empresario que buscaba hacer negocios al norte de Italia un día como hoy, pero de 1859, mismo día que el ejercito austriaco y francés se abrían fuego mutuamente. Esa noche, Henry Dunant, junto con un grupo improvisado de mujeres, recorrió los campos ayudando a su paso a todos los heridos sin importar el ejercito al queSiempre pertenecían.

La ambulancia en la que iba solía verse más rápida desde mi auto; desde el asiento en dondeahora estaba el tiempo parecía no correr, los autos de adelante no se movían, y los minutos desde la llamada de la central seguían pasando. El miedo y el nerviosismo aumentaban considerablemente, pero pensar en la muerte hace sentirse valiente, según Alejandro Sanz.

Henry Dunant tal vez pensó lo mismo esa noche al ver 40.000 muertos y heridos tendidos en total confusión en el campo de batalla. “Recuerdo de Solferino” así tituló el libro que escribió después de tal impacto, en este formulaba ideas sobre crear sociedades de socorro para tiempos de paz. Y tiempo después el “Comité de los Cinco”: Moynier, Dufour, Appia y Maunoir, impulsó las ideas de Dunant y dio origen en 1863 al Comité Internacional de la Cruz Roja con el apoyo del Gobierno suizo.

Baja California, el Paramédico Arturo Rojas lleva el guiarojí en las manos, el GPS moderno y sofisticado de estas modernas y sofisticadas unidades; Baja California está ya a dos calles a la derecha de nosotros. “Lagatablabla” es todo lo que escucho de las instrucciones, preparo mis guantes, mi estetoscopio y el botiquín con todo lo necesario para salvar una vida: vendas. Sí, vendas, cómo agua bendita que ha de curar cualquier síntoma de muerte. Creo que llegamos, hay tres mujeres afuera. Llegamos.

La cruz Roja está hecha de voluntarios, lo dice su misión: “Ofrecer atención eficiente a la población en casos de emergencia y en situaciones de desastre, e impulsar acciones tendientes a incrementar la capacidad de las personas y las comunidades a través de la acción voluntaria.” No se cobra. Hay anualmente una campaña en donde la gente puede donar.



“Llegaron tarde” es lo primero que escucho cuando bajo de un salto de atrás de la camioneta blanca y roja. Arturo me voltea a ver como tranquilizándome y le pregunta a una mujer de unos 30 años qué ocurre. Nos lleva a través de un pasillo hasta un pequeño patio, de ahí a una recámara en donde su mamá se encuentra acostada. “está muerta, llegaron tarde” me dice una viejita cuando Arturo sale mientras la alumna toma los signos vitales, o sea mientras me cercioro de no encontrar vida en la paciente.

La Cruz Roja del Distrito Federal tiene cede en Polanco, desde donde diariamente salen ambulancias que se distribuyen en puntos estratégicos de la ciudad desde donde atienen llamados de emergencias. Alrededor de 7 ambulancias diarias son las que cubren es DF, pero todo depende del número de voluntarios que haya para trabajar.

Y aquí estoy escuchando un corazón necio que no quiere latir más. El principio fundamental del movimiento es el espíritu humano, eso es lo que se tiene que recordar cuando te insultan por no llegar a tiempo. “Ha de ser como una media hora que se nos desmalló” me dice su vecina la ancianita. “Fuimos por los muchachos de la mueblería para que la pusieran en su cama y después vino el doctor de a la vuelta, pero nos dijo que ya estaba, pues así y llamamos a la Cruz”. El enojo se agolpó con la tristeza en mi garganta, afuera del cuarto el puño de la hija se agolpaba contra una ventana.

El número de emergencias es el 065. Se recomienda que cuando se haga una llamada se hable de forma tranquila y pausada, proporcione el domicilio lo más exacto posible, sus datos completos, siga las instrucciones que le dé la recepcionista y no colgar hasta que la recepcionista de por terminada la llamada.

Y la artería veía su fin en la ventana. Ahora si tenía una paciente real. ¿cómo convencerla de irse a un hospital en esos momentos?. Sólo le hice un vendaje con una linda forma de espiga, como se le conoce, paré su sangrado, paré el mio, el que se había desbordado en mi interior desde que llagamos tarde. Era mi primer servicio en la vida, y había encontrado muerte y el olor vivo y ardiente, el del dolor en la sangre.



Por Arianna Rodríguez Aguirre

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