El Director
Para hacer realidad el guión de Sorkin se encuentra el director David Fincher, quizá mejor conocido como el asombroso estilista visual que formó los mundos atmosféricos de Benjamin Button, Zodiac, Seven y Fight Club, quien en Red Social enfoca la cámara más íntimamente sobre la naturaleza humana de los jóvenes anarquistas de la vida real que se reúnen y después se apartan a medida que echan a andar el fenómeno Facebook.
Al principio Fincher no estaba seguro de que la historia fuera atractiva, pero cuando leyó el guión cambió de opinión al instante. ”Scott Rudin y Amy Pascal siempre me decían ‘debes leer esto, es una historia maravillosa y un guión brillante’”, recuerda. ”Cuando lo leí realmente me gustó pues profundiza en un mito que tiene apenas unos cuantos años, lo cual me parece muy intrigante”.
Continúa: “En cierta forma Red Social es una historia antigua, una batalla clásica para decidir las contribuciones de cuáles personas se deben valorar. Pero algo muy atrayente es que evita tomar partido por ninguno de los implicados. Esto se logra recreando todos los detalles. Más bien, se observan los eventos desde diferentes perspectivas, desde el punto de vista de alguien que estaba equivocado y el punto de vista de la persona que ganó. Éste es el meollo para hacer una cinta basada en eventos reales, así que el aspecto Rashomon de esto resultó muy interesante. La importancia de la película es que trata de un grupo de personas determinadas a hacer lo correcto unas con otras, así como lo correcto de una idea, pero muestra también cómo finalmente deciden que no pueden seguir y que no van a completar este camino juntos. Nuestro trabajo fue tomar estos hechos y formar una verdad con ellos, o mejor dicho, tres verdades”.
Fincher, al igual que Sorkin, percibe la película dentro de una zona de grises, donde los héroes y antihéroes intercambian lugares a medida que estos universitarios escasamente formados se convierten casi de la noche a la mañana en los innovadores que todo el mundo está observando. Afirma que la “verdad” es un concepto resbaloso cuando tratas con tantos recuerdos divergentes, motivaciones engañosas y personalidades fuertes.
“No sé si la verdad es conocible”, dice Fincher, “pero sí sé que muchas personas se han tomado su tiempo para explicar su versión de ésta, además de que la conducta y las reacciones de las personas en el guión de Sorkin me parecen verdaderas”.
Asumió el proyecto consciente de las consecuencias de aventurarse en un territorio disputado. “Sabía que si hacíamos nuestro trabajo, si hacíamos justicia a la historia, todos los involucrados en ella probablemente la desconocerían”, comenta el director.
El enfoque de Fincher para la película consistió en crear el entorno vital de Ivy League y los primeros tiempos en Silicon Valley en donde Zuckerberg, Saverin, Parker y los gemelos Winklevoss se movieron a medida que se lanzó Facebook y empezó a crecer algorítmicamente en el gigante que es hoy en día.
“El momento y el lugar deben ser palpables”, afirma. Esto es especialmente cierto para los dormitorios de Harvard en donde Zuckerberg escribió el código original para Facebook y donde se difundió por primera vez. “Es un mundo fascinante en el que un chico puede ir a su dormitorio con un empaque de Red Bull y generar algo que pronto estaría en 500 computadoras y unos cuantos años después en 500 millones. Sabía que debía crear los entornos de todo, dónde estaban estas personas, qué usaban, todos los detalles, la apariencia correcta para Harvard, al igual que para estos chicos y su pericia. Lo divertido no fue sólo encontrar un puñado de actores brillantes, increíblemente atractivos, sino también forjar un mundo alrededor en el cual se pudieran integrar como el tipo de muchachos que dirían este tipo de cosas. También se suma la inestabilidad del hecho de que estos chicos algún día tendrán que dividir el botín de guerra, mientras observas el lugar del que provienen, con su mobiliario prefabricado, sus sábanas ásperas, alarmas contra incendios a la mitad del muro y chimeneas que no funcionan”.
Aunque no procede de ese mundo, Fincher podía ver claramente aspectos de sí mismo en la actitud disidente de los chicos y su ambición juvenil. ”Me podía relacionar con este tipo de clichés creativos y la forma en que se apoyaban en los momentos íntimos entre amigos, que muy pronto serían ex amigos. Me podía identificar con ser un joven de 20 o 21 años y tratar de venderte a ti mismo y a tu visión ante las personas necesarias para obtener dinero con objeto de hacer realidad algo que sabías que podría resultar grandioso y todo el aspecto condescendiente de tener que pedir permiso a los adultos porque eres demasiado joven para hacerlo por tí mismo, todo lo cual resulta en pura frustración”, explica. ”En cierta forma, lo que hace Mark no es tan distinto a dirigir una película: generas algo y tu trabajo consiste en desarrollarlo bien y asegurarte de que mejore teniendo mucho cuidado. Éste es el tema de la cinta. Y si debes lastimar a algunas personas para proteger eso que es tan importante, entonces eso es lo que debes hacer. Es una responsabilidad. También entendí la actitud de Zuckerberg que nunca condescendió con la idea de otros acerca de quién debería ser él y me identifiqué con la irreverencia de estos personajes y su desdén por la autoridad, pues sin esos elementos no podríamos narrar esta historia en absoluto”.
Continúa: “Ha habido ocasiones en mi vida en que he sido Mark Zuckerberg, actué de esa forma. Otras veces he sido Eduardo Saverin, pues llegué a un lugar e hice una escena para después lamentarla y sentirme emocionalmente tonto y estúpido. A veces también me sentí honorable y actué de esa forma”.
Fincher sabía que para recrear estos momentos en la pantalla debía conjuntar un elenco con muchas coincidencias, capaz de colaborar y enfrentarse en situaciones comprometedoras y reveladoras. “La esperanza de lograr esto requería personas que pudieran mostrar todos los aspectos de los personajes y que interpretaran las relaciones de forma completamente real”, comenta. ”Todos debían tener una parte equivalente en esta colisión de bolas de billar para que esto ocurriera. Debían ser muy distintos, pero también trabajar juntos en armonía. Deseaba mostrar lo humano en ellos y nunca consideré a Mark, o Sean, o los Winklevosses como los villanos. No considero que la falta de imaginación de Eduardo fuera mala voluntad. Los observo a todos y pienso que son muchachos, van a derivar en cosas buenas por las razones correctas y van a cometer errores por las razones equivocadas. Así que necesitaba encontrar a un grupo de actores deseosos de experimentar sin saber lo que iba a requerir de ellos. Quería llevarlos hasta el extremo e impulsarlos de manera que pudieran encontrar otros aspectos que no están en la noción preconcebida de quiénes son”.
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