Se estima que más de la mitad de las consultas al médico son debidas al estrés. Nuestro cuerpo puede asimilar alrededor de 7 agresiones por semana pero hoy en día, nuestro organismo sufre cerca de 50 agresiones cotidianas. Los agentes estresores pueden ser de cualquier tipo y originarse tanto en el entorno laboral como en el núcleo familiar, una separación, una mudanza, un fallecimiento, una enfermedad, un nuevo jefe, un nuevo puesto de trabajo, incluso las fiestas navideñas pueden originar estrés.
El estrés en si no es malo, pues cuando nuestro cerebro detecta una amenaza se activan varios procesos fisiológicos con el fin de prepararnos al enfrentamiento o a la huida. En una segunda fase, si la amenaza persiste, el organismo busca adaptarse para mantener el equilibrio necesario para seguir en vida. Todo se complica cuando lo que es vivido como una amenaza, es decir si el o los agentes estresores permanecen activos mucho tiempo; en este caso el organismo, en su intento de adaptación y su esfuerzo constante para mantener el equilibrio acaba agotándose y manifiesta síntomas tales como cansancio, irritabilidad, nerviosismo, dolores de espalda, migrañas, trastornos del sueño, problemas digestivos, y puede incluso aparecer depresiones.
A nivel fisiológico la reacción de nuestro organismo es la misma siempre, sea cual sea la causa del estrés, nuestro cuerpo fabrica una serie de hormonas con el fin de provocar cambios tales como el ritmo cardíaco, la presión arterial, el ritmo respiratorio, el aumento de glucosa, etc.
En cambio a nivel psicológico cada individuo reacciona de una forma distinta frente a una posible situación estresante. Lo que para uno es fuente de estrés para otro puede ser fuente de placer o simplemente algo sin importancia. Por ejemplo hablar en público, tomar el avión, tirarse en paracaídas, subir a un ascensor, etc.
Es fundamental aprender a gestionar el estrés porque su incidencia en nuestra calidad de vida puede ser dramática. A parte del coste que puede tener sobre nuestro estado de salud, también puede restarnos muchos momentos que podríamos dedicar a ser felices.
Los aceites esenciales y sus aplicaciones aromáticas nos aportan soluciones naturales e integrales de forma rápida. Vamos a poder utilizarlos para aliviar los síntomas físicos que se suelen manifestar tanto en situaciones de estrés puntuales como en estrés crónico. Conjuntamente podremos recuperar la calma, la paz y la tranquilidad gracias a los numerosos aceites esenciales que actúan sobre el sistema nervioso central y autónomo.
Veamos cuales son los aceites esenciales indicados y qué aplicaciones son las más adecuadas.
El aceite esencial de mejorana (origanum majorana) es el aceite esencial anti-estrés por excelencia. Siempre que sepamos que se acerca una situación estresante lo usaremos para limitar las posibles consecuencias sobre nuestra salud y bienestar.
Es un excelente equilibrante nervioso. Tonifica el sistema nervioso autónomo, concretamente el parasimpático y tiene un efecto calmante sobre el sistema nervioso central.
Es indicado para cualquier distonía neurovegetativa con manifestaciones respiratorias (tos nerviosas, sensaciones de ahogo), cardiacas (taquicardia, arritmias, hipertensión), digestivas (dispepsia, aerofagia, gastritis, colitis) y nerviosas (insomnio, depresión, angustia, irritabilidad, psicosis).
También nos resultará útil en caso de contracturas musculares y calambres.
Se sabe que las personas muy estresadas se resfrían o cogen la gripe más fácilmente, pues una de las consecuencias del estrés es de inhibir nuestras defensas naturales.
El aceite esencial de ravintsara (cinnamomum camphora quimiotipo cineol) es muy interesante sobretodo en invierno, pues además de tener unas excepcionales propiedades antivirales y anticatarrales, es un tónico del sistema nervioso central, es estimulante del sistema inmunitario y es de gran ayuda para combatir el cansancio físico y nervioso.
Cuando el estrés se ha vuelto crónico y empezamos el día con una extrema sensación de no haber descansado, será indispensable acudir a dos aceites esenciales muy interesantes para sostener la actividad de nuestras suprarrenales: el aceite esencial de abeto negro (picea mariana) y el de pino silvestre (pinus sylvestris). Las glándulas suprarrenales sintetizan y liberan el cortisol, la principal hormona del estrés. Cuando el estrés se vuelve intenso y crónico entonces es necesario sostener su actividad. Gracias a sus propiedades cortisona-miméticas los aceites esenciales de abeto negro y de pino silvestre nos ayudarán a recuperar la energía de las suprarrenales.
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