¿Se propuso escribir este tipo de películas?
AARON SORKIN: Admiro esas películas y deseaba que Red Social continuara su tradición. Ciertamente aquellas eran como evaluaciones comparativas para lograr mi meta. Pero sólo aprecié el tamaño de la oportunidad cuando me involucré en el tema, en la investigación y en la escritura, y descubrí en el sentido más básico que era una ocasión única para escribir una versión hipermoderna de la clásica película estadounidense. La historia trata los temas estadounidenses sobre los que hubiera esperado escribir alguna vez: justicia, poder, clase social, dinero, avaricia, soledad, traición, castigo, el sueño estadounidense, perdón. Para mí representó la posibilidad de retomar estos temas clásicos en un contexto súper contemporáneo y auténtico. El viaje que narra la película es como una moderna versión de la historia de Horatio Alger desde los harapos hasta la riqueza, pero nuestra versión del personaje de Alger transita de ser un hacker bebé a ser un Director General. Es el chico solitario en un dormitorio, con un instinto anarquista y las otras motivaciones que mencionamos el cual, en un periodo muy corto, se vuelve una figura importante en el mundo. Y ocurre en el mundo moderno, el mundo en el que vivimos justo ahora. Es un tema soñado para un escritor y sólo percibí esto hasta que realmente lo estaba haciendo.
¿Qué significa ser un hacker y qué representa para la película tratar sobre uno?
AARON SORKIN: No hubiera podido decir nada sobre el mundo de los hackers antes de empezar a escribir esta película, pero ahora sí; se trata fundamentalmente de la anarquía. Los hackers son por naturaleza anarquistas. Es como burlarte de lo establecido, abrirte paso en lo que consideras como tu camino. Veamos Facemash, que Mark creó al iniciar la cinta, como ejemplo. Facemash fue una extravagancia de un hacker altamente virtuoso; vemos que Mark es brillante, hackea algo pero no comete ningún error. Quiero destacar que Mark no considera que lo que hace sea algo malo. En otras palabras, el credo del hacker es: Escucha, si puedo entrar en la computadora de tu banco y puedo robar un millón de dólares, lo hice legítimamente. Derroté a tu sistema. Jugamos un juego y derroté a tu sistema y gané. Es la misma lógica que sostendría que si puedo imaginar una forma de entrar a tu automóvil, entonces es mío. ¿Y contra quién se rebela Mark? Contra las personas que de alguna forma están haciendo del mundo un lugar que lo hace ser infeliz.
El lenguaje que usan los hackers es sorprendentemente inmaduro. No esperarías esto de gente con esta clase de coeficiente intelectual, pero es así: “Estas personas son idiotas”. ”Esta gente es estúpida”. ”Este sistema es bastante estúpido”. Este tipo de vocabulario aparece siempre en las primeras publicaciones de Mark en su blog. Él nos da una descripción paso a paso de su hacking a medida que lo hace. Es un lenguaje muy inmaduro, pero después genera esta idea Eureka del Facebook. Y con ello su vida está resuelta.
Para el resto de nosotros ser creativo es increíblemente importante, pero también necesitamos vivir y eso significa que debemos descubrir cómo ganar dinero con eso. Deseamos poder vivir de lo que creamos. A Mark nunca le interesó el dinero. Lo último que quería, y esto es parte fundamental de la película, era matar a Facebook al comercializarlo. Decir matarlo significa que Facebook súbitamente dejó de ser genial porque genera dinero, así que ya no es anarquista. Sería muy difícil describir como anarquista a una compañía que vale 25 mil millones de dólares. Esto es lo que convierte a Mark en un visionario y es la historia de la película, el viaje desde hacker hasta Director General.
Así pues, ¿la película expresa que tener la idea, la visión, derrota a todo lo demás?
AARON SORKIN: Creo que es lo opuesto a eso. La ejecución derrota a todo lo demás. Las personas tienen ideas o lo que consideran ideas todo el tiempo. Por ejemplo, puedes decir: voy a escribir una película sobre Facebook. Eso no es lo mismo que hacerlo.
Los siguientes artículos de fondo relacionados con Facebook se reimprimen con el permiso de Conde Nast y Time Magazine.
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