Al unirse con otras aldeas, Teotihuacan
se convirtió en un pueblo grande con más de 6 km cuadrados de extensión; sin
embargo, existe el rumor de que en Teotihuacan no vivieron hombres, sino que
fueron Dioses los que habitaron la ciudad.
“El Mito del quinto Sol”, nos llega de hace muchos siglos y es que por allá del año 1000, cuando los Toltecas vieron esta enorme ciudad, ya en ruinas, supusieron que sólo los Dioses pudieron construirla y habitarla. Así nos cuenta esta viejísima historia Tolteca que cuando se apagó el cuarto sol, la Tierra estaba en tinieblas.
Pasó
mucho tiempo el mundo a oscuras hasta que un día los Dioses, cansados de vivir en
esa oscuridad, se reunieron en la cima de la gran pirámide de Teotihuacan para
decidir quién de ellos sería el nuevo sol. Estaban ahí todos los Dioses y las Diosas,
estaba HUEHUETEOTHL (el Dios viejo del fuego), TEZCATLIPOCA (el gran juez y
señor), QUETZALCOATL (el sabio), CHIPE (el de la nueva vida), el valiente HUITZILOPOCHTLI
con su colibrí azul, también estaba TLÁLOC (el gran señor del agua), la COATLICUE,
la CHALCHIUTLICUE y todos los otros Dioses.
Se
cuenta, que los Dioses habían encendido una enorme fogata en la punta de la
pirámide, cuando el fuego estaba en su apogeo, pidieron un voluntario para que
se convirtiera en el nuevo sol.
Se
levantó TECUCIZTECATL un fuerte guerrero rico, joven bien parecido y de
vestidos lujosos; la cuestión era sencilla, sólo tenía que aventarse al fuego
para convertirse en sol. TECUCIZTECATL decidido echa a correr, pero cuando está
a punto de arrojarse, se acobarda y se detiene; cuatro veces lo intenta y
cuatro veces lo vence el miedo.
Los
Dioses piden otro voluntario, es entonces cuando se levanta otro joven llamadao
NANAHUATZIN, el es feo, pobre, está enfermo, tiene yagas pestilentes por todo
el cuerpo, es humilde y viste andrajos. Su carrera no es rápida, más bien trota
hacia la hoguera y sin pensarlo se avienta al fuego… Es así como se convierte
en el hermoso y orgulloso sol, que
todavía hoy nos ilumina.
NANAHUATZIN
“El quinto sol”, queda como ejemplo eterno de que la voluntad vale más que las
apariencias y que lo bello o lo feo está realmente en el interior de las
personas.
Samantha
Aguilar
No hay comentarios:
Publicar un comentario